19. El Tres: tres fases, tres modos de la consciencia, otras tríadas


El Tres 


El duodécimo verso de la Tabula smaragdina dice (40): “Por esto soy llamado Hermes Trismegistus, teniendo las tres partes de la filosofía del mundo entero.”


El Tres es, aquí, un número de fuerza y concentración de poder. También es una alusión a las tres fases de la alquimia, así como a otras tríadas importantes.


Las tres fases de la alquimia


Una forma habitual de dividir la Gran Obra consiste en explicarla en tres fases. Estas tres fases se asocian a tres colores: el negro, el blanco y el rojo. Incluso en las explicaciones que constan de siete o doce pasos, estos tres colores siguen apareciendo.


Cabe decir que el trabajo alquímico necesita de una preparación previa. La primera fase, la fase negra o nigredo, va precedida de un esfuerzo anterior, del hecho de tener suficiente voluntad, energía y salud como para acometer el trabajo. 


No se puede llegar de cualquier forma; hay que llegar con un mínimo de preparación, dada la dificultad del nigredo.


La fase negra o nigredo es una muerte. Se muere a lo viejo, a lo caduco, a lo inservible… repetidamente. Se descarta aquello que no será de utilidad y se suelta el lastre. Se busca la muerte de aquellos aspectos que no podrían seguir adelante en el proceso de transformación. Son destruidos y dejados atrás. Descartar lo viejo es la manera de que haya suficiente disponibilidad para lo nuevo.


El color negro representa la ignorancia, y atravesar la fase negra significa hacerse consciente de lo que uno no sabe, no percibe, no comprende. Quienes busquen la espiritualidad, pero sigan adheridos a la materia tendrán dificultades en atravesar esta fase, porque temerán la crisis que se desencadenaría en ellos. Para realizarla hay que abrazar la densidad, pero estar dispuesto a soltarla en aras de una comprensión mayor. No se niega la realidad material, pero se enfoca la consciencia en otra dirección.


La fase blanca o albedo representa el alba tras la noche. Surge la luz: la ligereza sucede a la densidad. La luz blanca es, asimismo, la suma de los colores del arco iris. Las posibilidades se multiplican. No hay límites a lo que uno puede inventar, ni ningún juicio al respecto. Se trata de una fase inmaterial y libre. El potencial mental tiene plena libertad para “dejar volar la imaginación” en cualquier dirección.





Figura 15: La fase blanca, “Rosa Alba” o albedo. La dama blanca es receptiva y en su matriz se gestará la siguiente fase. El original, de Johannes Valentinus Andreae 36, se encuentra en la British Library, Londres. Reproducido en Alchemy: The Secret Art, de Stanislas Klossowski de Rola, p.27. (31)


Quienes crean que esta fase es la definitiva tendrán un problema. No se trata de un punto de llegada, sino de mil opciones, que es casi lo mismo que no tener ninguna. Si la fase negra detenía a los materialistas, la fase blanca atrapa a los soñadores. La libertad, si no va seguida de una elección, de una concreción, sirve de bien poco, aunque sea luminosa. A menudo se representa el albedo como la luz irisada de las plumas del pavo real. Son muy vistosas y atractivas, pero no son el final del recorrido.


La última fase es la fase roja o rubedo. En ella el alquimista se fija en la mejor opción y la lleva a cabo, la concreta, la termina. Esta fase es una vuelta a la materia. Habiendo descartado la materialidad innecesaria, y habiendo transitado las opciones que ofrecía el espíritu, aquel que acomete la Gran Obra elegirá, finalmente, acabarla. 


La materia espiritualizada, gozando de la información que le brinda el haber pasado por los espacios del espíritu, puede plasmarse de nuevo en el mundo. Arriba y abajo se reúnen. Se consigue algo concreto que se puede usar en pos del bien de la humanidad.





Figura 16: La fase roja, “Rosa Rubea” o rubedo. El rey rojo ha llegado a un estadio de perfección y dominio. Original de Johannes Valentinus Andreae, reproducido en Alchemy: The Secret Art, de Rola.(31)   



Por tanto, la Gran Obra es un viaje de ida y vuelta. No se trata solamente de subir a los cielos, sino de bajar a la tierra habiendo subido a los cielos 37. 




Figura 17: Los tres pájaros que luchan en el interior del recipiente representan los tres colores del proceso alquímico: negro, blanco y rojo. El hecho de que peleen indica que aún no se ha completado la Obra. El original, Splendor Solis, atribuido a Salomon Trismosin, se encuentra en la British Library, Londres. Reproducido en Alquimia y mística, de Henry Roob, p.136. (29)  



Los tres modos de la consciencia 


En el decimotercer verso de la Tabula smaragdina dice: “Lo que tengo que decir es completo concerniente a la Operación del Sol.” 38


El hecho de que la operación descrita sea la “Operación del Sol”, y no la “Operación de la Luna”, indica que se requiere la máxima consciencia despierta. Para comprender esta Operación, hay que saber que la consciencia humana puede dividirse en tres modos:


  • El primer modo es el que se usa al concentrar la atención, al fijarse en algún objeto o circunstancia. Es el propio del estado de vigilia. Resulta fácil pensar que los humanos lo dominan, cuando lo contrario es, en realidad, lo más habitual. El pensamiento y la atención de un individuo, por muy inteligente que sea, van cambiando rápidamente de un objeto a otro 39. Pocos poseen la capacidad de ralentizar la cascada de imágenes y palabrería que circulan por la mente. Se le podría llamar “mente consciente” o “autoconsciencia”.


  • El segundo modo es el resultado del primero: es la capacidad de almacenar y archivar todo a lo que el primer modo atendió, todo aquello en lo que se fijó. El segundo modo está siempre receptivo; cuando el primer modo descansa, durante el sueño, esta forma de operar toma preponderancia. En este modo se encuentran todas las memorias corporales, los procesos que se han incorporado como automáticos y que rigen nuestro organismo, aunque durmamos: no dejamos de respirar, ni el corazón deja de latir. Se le podría llamar “subconsciente”. Por extensión, comprende la memoria de todo cuanto existe, no solo del humano sino de la consciencia animal, vegetal y mineral de la cual el humano participa.


  • El tercer modo no es propio de la individualidad humana sino que implica una conexión más allá de la misma. Es el modo que conecta al individuo con el universo, que es amplísimo. Se le puede llamar “superconsciencia”. Los individuos humanos poseen este modo, aunque a menudo no conectan con el mismo salvo en momentos de gran emoción transpersonal (por ejemplo, en el nacimiento de un bebé, cuando las palabras y las ideas se ven desplazadas por una realidad mayor, inexpresable). 


La alquimia se realiza, por parte del alquimista, a través de la consciencia despierta, de la mente consciente. Ésta no deja de ser un puente entre la superconsciencia (que va más allá de lo individual) y la subconsciencia (que recuerda cada memoria de cada átomo, desde el principio de los tiempos). 


De esta forma, el alquimista reúne arriba y abajo, desde lo más elevado y universal a la partícula más material. Por supuesto, la subconsciencia es informada por los procesos conscientes y también se producen transformaciones en ella.


Por otro lado, Sol también es, en terminología alquímica, un término para designar el Oro filosófico, el metal resultado de la Obra. En un laboratorio, la transmutación del alquimista va pareja con la aparición de elementos como el oro, un producto material del Arte del alquimista, que señala el hecho de que la Gran Obra ha sido completada.


Otras tríadas en la alquimia occidental


Estos tres modos de la consciencia tienen su correlación con tres tríadas más: 

  1. La tríada Cuerpo - Alma - Espíritu 40. El cuerpo corresponde a la subconsciencia, puesto que la mayoría de sus procesos son automatismos. El Alma corresponde a la autoconsciencia, a la psique, a la voluntad de concentrar la atención. El Espíritu corresponde a la superconsciencia, lo inabarcable, lo transpersonal. En la alquimia, el Alma y el cuerpo se transforman por contacto con el Espíritu; en principio, el alquimista tiene que “poner el alma” en aquello que hace, involucrar su voluntad y su energía; progresivamente, la autoconsciencia aprende a dejar paso a la superconsciencia y lo personal cede a lo transpersonal.


  2. El humano como elemento mediador entre arriba y abajo, entre el cielo y la tierra. El éxito del proceso alquímico no está jamás asegurado, puesto que, si bien aparentemente se entra por voluntad propia, y es necesario desear fervientemente la realización de la Gran Obra, la receptividad juega un gran papel en el devenir del proceso. Una parte se realiza desde la tierra, pero hay otra en la que interviene el cielo. Los alquimistas intentaban asegurarse de estar escogiendo el mejor momento, el más propicio, para reunir su entusiasmo y su voluntad. Buscaban claves astrológicas en el cielo, y en los ciclos de la naturaleza, de manera que su esfuerzo se viese recompensado por una respuesta. En definitiva, un alquimista estaría siempre atento, dispuesto y receptivo a captar el tiempo justo para llevar adelante la Obra, para unir cielo y tierra.


  3. La tríada Sal - Azufre - Mercurio: la Sal es lo más sólido, lo materializado que, sin embargo, está listo para disolverse cuando sea necesario. Corresponde al Cuerpo y a la subconsciencia. El Azufre, muy reactivo, corresponde a la autoconsciencia, al Alma. El Mercurio es la parte más elevada de la tríada, la superconsciencia o Espíritu que ilumina a las otras dos. De nuevo, el Azufre parece tener más protagonismo al principio, mientras que cuando la voluntad se rinde al Espíritu, el Mercurio brilla sobre todas. 41



    36 Johannes Valentinus Andreae (1586-1654), teólogo alemán; posible autor de Las bodas alquímicas de Christian Rosenkreutz, texto fundacional del rosacrucismo.


    37 “Venga a nosotros tu Reino, hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo” sería otra forma de expresarlo.


    38  En este punto, la “Operación del Sol'' se utiliza como sinónimo de la Gran Obra, de la culminación del proceso alquímico.


    39 En la filosofía india, Patanjali (siglos IV-V d.C.) escribió en sus aforismos: “yogashcittavrttinirodhah”: “El Yoga es la aptitud para dirigir la mente exclusivamente hacia un objeto y mantener esa dirección sin distracción alguna”. Se refería a la función autoconsciente de la mente, y cómo ésta sirve para acceder al Yoga (unión con el Ser). (32)  


    40 En el presente trabajo, se usa “espíritu”, con minúscula, cuando se contrapone a “materia”; se usa “Espíritu”, con mayúscula, como parte de la tríada “Cuerpo - Alma - Espíritu”.


    41 En terminología cartesiana, Sal - Cuerpo correspondería a la res extensa, Azufre - Alma a la res cogitans y Mercurio - Espíritu a la res infinita. René Descartes (1596-1650) fue un filósofo francés, a caballo entre la filosofía medieval y la moderna. También fue matemático y desarrolló la geometría analítica.




    Permitida la copia y distribución del material sin modificaciones, para usos no comerciales y mencionando su autoría.





Comentarios