17. Conceptos de la alquimia occidental: el Uno


No existe una única forma de explicar las fases por las cuales el alquimista transita, en su recorrido entre la materia y el espíritu. 


Para empezar, no se trata de un camino lineal, sino alambicado y posiblemente confuso, laberíntico, como se representa en la Figura 13. 


 

Figura 13:  Gottselige Begierde (Deseo piadoso), publicado por Herman Hugo en Augsburgo, 1622. El alquimista se guía por el deseo de reunirse con el ángel en la torre. Así evita los peligros y trampas del laberinto. Reproducido en Alquimia y Mística de Alexander Roob, p.563 (29)

El objetivo último es espiritualizar la materia y materializar el espíritu; volatilizar lo fijo y fijar lo volátil. Relacionar lo de arriba con lo de abajo. ¿Cómo conseguirlo? Los alquimistas de occidente describieron el proceso de diferentes maneras. 


Algunos textos hacen hincapié en cómo repetir solve y coagula, alternando fases de análisis y de síntesis, hasta lograr la Piedra Filosofal. Todo el proceso alquímico podría ser, a grandes rasgos, una repetición de dos pasos: disolver y coagular, separar y juntar. (Ver la sección 18. El Dos: Solve et coagula).


También es usual la división en tres pasos o fases: la fase negra, la blanca y la roja. Se trata de descartar aquello que no es necesario, abrir un abanico de posibilidades y concretar la opción que se elija para su materialización. No se realiza cada fase solo una vez, sino que se van alternando e interrelacionando. (Ver la sección 19. El Tres: tres fases, tres modos de la conciencia, otras tríadas.)


Otros dividen la Obra alquímica en siete pasos, que corresponden con los siete “planetas” (Sol, Luna, Mercurio, Venus, Marte, Júpiter, Saturno)32. Los planetas tienen, asimismo, correspondencia con los siete metales: la Obra puede entenderse como una operación metalúrgica, en la cual el metal más denso (el plomo) se transmuta hasta convertirse en plata o en oro. 


En la alquimia externa, estas transformaciones tienen lugar en un laboratorio. En la alquimia interna, es el propio alquimista el que se usa como reactivo: los aspectos más materiales de su ser serán espiritualizados, de modo que la totalidad de su consciencia humana sufrirá profundos cambios.


También es usual que el trabajo del alquimista se divida en doce pasos, que corresponden a las doce constelaciones del zodíaco. Se explican en la sección 21. El Doce: las doce operaciones, del presente trabajo.



El Uno 


El segundo verso de la Tabula smaragdina (40) afirma: “Y como todas las cosas proceden de Una, por la mediación de Una, así todas las cosas tienen su origen en esta cosa por adaptación.”


Toda la diversidad que se percibe en el universo proviene del Uno, y expresa esta Unidad. Lo que se puede ver son adaptaciones de esa única realidad. Lo que se puede percibir son fracciones del Uno, retazos fractales de aquello primero que ha dado origen a todo lo demás, y que continúa creando.


Más allá de las alusiones al Uno en la cosmogonía alquímica, aparece otro concepto íntimamente ligado a la Unidad: la Prima Materia. El alquimista necesita de esta sustancia pura para crear la Piedra Filosofal. 


La Prima Materia es algo que debe descubrirse. La literatura alquímica insiste en su ubicuidad: está por todas partes, pero está cubierta, con lo cual queda oculta. Y así, cubierta por la multiplicidad de todo cuanto es, pasa desapercibida excepto para aquellos que desvelan su misterio. 


Una descripción de la Prima Materia podría ser: “Es el caos de los sabios, dentro del cual están encerrados los cuatro elementos, pero confusos y desordenados.” 33


El universo entero fue creado a partir de la Prima Materia, y volverá a ella cuando acabe su ciclo. La Prima Materia es tan receptiva que acepta transformarse en cualquier realidad. Esa capacidad transformadora es la que la hace necesaria para los procesos alquímicos. De ese Uno, volviendo a ese Uno, será posible crear cualquier cosa.



32 Los planetas no se conciben en el sentido astronómico, sino como astros errantes, cuya trayectoria varía respecto de la Tierra y de las constelaciones. Hay que tener en cuenta que Urano y Neptuno no fueron observados al telescopio hasta los siglos XVIII y XIX, respectivamente.


33 Stanislas Klossowski de Rola cita a Fulcanelli (pseudónimo de un misterioso alquimista francés de los siglos XIX-XX) en su libro Alchimie: florilège de l’art secret (30).




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