21. El Doce: las doce operaciones





Dividir una realidad en doce es natural en este planeta. Una vuelta al Sol del planeta Tierra se da en doce lunas 42. El número doce evoca las constelaciones zodiacales, los trabajos de Hércules y las tribus de Egipto. Es fácilmente divisible entre dos, de manera que se puede ver como una combinación de “solve” y “coagula”. Se trata también de una cifra divisible entre tres, de modo que encaja con la división ternaria en las fases negra, blanca y roja. Por otro lado, al ser divisible también entre cuatro, remite a los Cuatro Elementos de la filosofía occidental.


En consecuencia, en alquimia occidental también es habitual usar una división en doce partes.  


La siguiente clasificación en doce operaciones ha sido extraída de Hermetic Alchemy: Science and Practice, de Paul Foster Case. (33) No es la única: se pueden encontrar otras series de doce con nombres distintos. Algunas, como la de George Ripley 43, consideran la proyección (y no la multiplicación) como la última fase, que podría consistir en usar la Piedra Filosofal para operar sobre otros humanos, más allá del propio alquimista. Pero para operar sobre otros hay que haber completado la serie de pasos en uno mismo.


Las 12 operaciones de la alquimia occidental son:


Operación 1: La calcinación. Se usa el fuego para derretir lo mutable. Es una fase analítica, donde se disuelven los errores conscientes o subconscientes, preparando una cera blanda en la que podrá empezar a imprimirse el Espíritu. Corresponde al signo de Aries, de Fuego.

Operación 2: La congelación. Se empieza a dar una apertura para intuir la verdad del Espíritu: la emoción y la memoria se permeabilizan a ella, la consciencia se predispone a escucharla. Se trata de comenzar a fijar la atención, pero con cuidado de no volver a cristalizar patrones erróneos. Corresponde al signo de Tauro, de Tierra.

Operación 3: La fijación. Se distingue y discrimina entre los tres tipos de consciencia, se comprenden sus relaciones. Se utilizan la concentración mental y la respiración. Corresponde al signo de Géminis, de Aire.

Operación 4: La separación. Se recobra el uso del lenguaje como medio para crear nuevas definiciones. Se emplean la quietud del Cuerpo y la mente consciente (Alma) para conseguir esta receptividad. Corresponde al signo de Cáncer, de Agua.

Operación 5: La digestión. Usando las energías correspondientes a los plexos sexual y cardíaco, la subconsciencia sigue el proceso de limpieza, desechando lo que no sirve y preparándose para asimilar aquello que sí tiene utilidad. Corresponde al signo de Leo, de Fuego.

Operación 6: La destilación. Se asimila conscientemente el Espíritu. Esta operación se realiza en el plexo solar, en el lugar donde el tracto intestinal extrae de los alimentos aquello que va a ser interiorizado y asimilado. Corresponde al signo de Virgo, de Tierra.

Operación 7: La sublimación. La respiración se utiliza en esta operación para comunicar conscientemente a los sólidos con los gases. De este modo se comprende cómo lo sutil se plasma en lo físico, y la ley de causa y efecto 44. También se utiliza la excreción de lo que no es útil. Corresponde al signo de Libra, de Aire.

Operación 8: La putrefacción. La falsedad que aún habita en la mente consciente, y en la subconsciente, se desintegra pudriéndose. Aparece un polvo de color negro. Corresponde al signo de Escorpio, de Agua.

Operación 9: La incineración. Incluso después de la operación anterior, existe todavía un residuo de los errores conscientes o subconscientes; en esta operación, se reduce a cenizas. En esta fase aparecen el color blanco y el rojo. Se considera que la mente consciente participa como espectadora, mientras que la influencia superconsciente está activada. Corresponde al signo de Sagitario, de Fuego.

Operación 10: La fermentación. Todas las operaciones anteriores tenían como objetivo preparar la levadura. Ese fermento, ahora, va a ser usado para revertir toda comprensión errónea de la realidad, incluida la forma engañosa de comprender lo que proviene de los sentidos.

Operación 11: La disolución. La mente consciente se vuelve fluida, se comunica con la mente subconsciente purificada, y las energías cardíaca y pineal se relacionan. Corresponde al signo de Acuario, de Aire.

Operación 12: La multiplicación. Es una repetición de la fermentación, que teñirá de Espíritu hasta la última célula del Cuerpo del alquimista, hasta que no haya una distinción entre uno y otro. Corresponde al signo de Piscis, de Agua.


Las doce operaciones llevan a la formación de la Piedra Filosofal, que transmuta lo más bajo, denso y terrenal, comunicándolo con lo más elevado. En la psique, implicaría tener acceso a toda la parte subconsciente del individuo, siendo capaz de modificar a voluntad cualquier aspecto de la misma. La atención consciente está, de igual forma, plenamente iluminada por el Espíritu. 


Un lema alquímico es: “De mí, no hago nada45, lo cual significa que la motivación de los actos se desplaza hacia la superconsciencia, hacia lo transpersonal. La última operación, la multiplicación, se relaciona precisamente con el signo de Piscis, ligado a la amabilidad, al servicio y al deseo de aliviar el sufrimiento ajeno. Los verdaderos alquimistas tratarán, desde la discreción, de solventar los problemas de aquellos que tengan la fortuna de conocerles.


Por ejemplo, se descubrió que el maestro Philippe de Lyon (42) había hecho multitud de obras de caridad, además de fabricar medicinas que curaban diversas dolencias 46




42 Si un mes lunar corresponde aproximadamente a 29 días y medio, entonces un año solar engloba doce meses lunares, y un poco más.


43 Sir George Ripley (c. 1415–1490) fue un alquimista inglés de renombre. Escribió The Compound of Alchemy; or, the Twelve Gates leading to the Discovery of the Philosopher's Stone en 1471.


44 La ley de causa y efecto expone el hecho de que cada efecto tiene su causa. No existe, pues, el azar en los fenómenos.


45 El lema es muy similar al pasaje bíblico (9) del Evangelio según San Juan, 5:30: “Yo no puedo hacer por mí mismo nada; según lo oigo, juzgo, y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del Padre que me envió”.


46 Nizier Anthelme Philippe (1849-1905), apodado Philippe de Lyon, fue un sanador francés repudiado por la profesión médica, precisamente a causa del talento para la curación que desarrolló desde niño.




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