5. Daodejing


En el siglo VI a.C. se escribió una obra, el Daodejing, que ha perdurado hasta nuestros tiempos(1). Lao Zi (o Lao Tse, según la transliteración empleada) pudo ser su único autor, o quizá la autoría fuese compartida. La tradición dice que Lao Zi fue un empleado público a cargo de los archivos imperiales de la dinastía Zhou. Su nombre, en aquel entonces, no era Lao Zi (que significa “Viejo Maestro”), sino posiblemente Li Erh. Cuando ya pasaba de los ochenta años, decidió dejar su puesto y partir hacia el Tibet. Según se cuenta, en la puerta del Oeste, el guardián le pidió que dejase por escrito su sabiduría. En ese momento verían la luz los más de cinco mil ideogramas del Daodejing (1) . 

Esta historia tiene variaciones: a veces se relata con encuentros previos entre Lao Zi y Confucio, o entre Lao Zi y Yin Hsi (un astrólogo que fue al encuentro del sabio). En cualquier caso, el resultado fue un libro sin título, dividido únicamente en dos partes, que enseguida se empezaron a llamar El camino (“Dao”) y La virtud (“De”), en alusión a los primeros versos de lo que pasarían a ser los capítulos 1 y 38 (5). El libro completo, pues, sería el Daodejing, “El libro del camino y la virtud”. 

La división en 81 capítulos no fue obra de Lao Zi sino de Heshang Gong, y no fue la única que se propuso. Hubo otros intentos de dividir el Daodejing en 72 o 68 capítulos. 

Es un texto que, además, tiene variantes. Desde muy antiguo, hay versiones que contienen ciertas líneas que otras han obviado. El texto considerado clásico durante mucho tiempo se ha llamado “la versión recibida”, y es el que tiene 81 capítulos. Pero en la última parte del siglo XX se hicieron dos descubrimientos arqueológicos que cambiaron esto.

El hallazgo y la apertura de las tumbas de Mawangdui en 1973, y de Guodian en 1993, dieron como resultado la aparición de versiones cada vez más antiguas del Daodejing. Las que se encontraron en 1973, escritas sobre telas de seda, corresponderían al siglo II a.C; las halladas en 1993, cuyo soporte físico son tablillas de bambú, datarían del IV a.C. Debido a esto, a principios del siglo XXI, ya ni siquiera se puede asegurar la autoría única del texto. Parece muy posible que fuese escrito en distintos siglos, por parte de varios autores. Iñaki Preciado Idoeta lo explica en detalle (40).

El Daodejing es, además, un libro que ha sido ampliamente traducido. Cada nuevo intento de traducción ha tenido que enfrentarse a la diversidad de versiones, tomando decisiones al respecto. Hay traducciones que reflejan sentidos muy diferentes del mismo capítulo. 

En lo referente a la alquimia interna taoísta, el Daodejing no la menciona: el término neidan no aparece, lo cual no debería sorprender a nadie, puesto que no se acuñó, posiblemente, hasta el siglo XI d.C. Lo que sí ocurre en el Daodejing es que se sientan, de forma muy sintética, las bases del taoísmo. Y es sobre esas bases sobre las que se asienta el neidan.

En el capítulo 42, esta síntesis se lleva al extremo:

“Del Tao nace el uno.

Del uno, el dos.

Del dos, el tres

y del tres, nacen todas las cosas.

Cada cosa carga su yin y abraza su yang.

De estas fuerzas profundas nace la armonía.” (1)

O, en otra versión:

“El Tao da a luz al uno

el uno da a luz al dos

el dos da a luz al tres

el tres da a luz a diez mil cosas

diez mil cosas con el yin a sus espaldas

y abrazando el yang

en medio, del aliento surge la armonía” (6)

Estos breves versos son una filosofía y una cosmogonía. Son una descripción del “big bang”, de lo que había antes y de lo que vino después. En este orden de cosas, el Tao se equipara con el Cero, con lo previo a la unidad, con lo anterior a cualquier realidad. El Tao es el Camino porque es la posibilidad, aún indiferenciada, de todo. 

Utilizando términos aristotélicos, la diferenciación entre potencia y acto responde a “aquello que aún no ha sucedido, pero que puede suceder”, y a “aquello que ya es, que ya sucede”. Lo previo al acto es la potencia; lo que sigue a la potencia es el acto. Estos términos sirven para comprender un poco la idea de Tao: potencialidad total, sin que haya todavía concreción alguna. Por lo tanto, el abanico de las posibilidades no ha sido acotado. Absoluta potencia, y ningún acto. 

De esta noción inaprensible, equiparable al Cero, emana “el uno”: el momento en que de la nada se pasa al todo, pero a un todo que aún retiene la indiferenciación de la que surgió. Tal como la ciencia occidental explica el “big bang”, no había átomos en él: estos se formaron después, diferenciándose. Por tanto, el concepto de unidad es, si bien ligeramente más concreto que el de Tao, todavía muy distinto de la experiencia humana.

El Dos y el Tres suceden al Uno. El Dos representa lo dual, la respuesta que el Uno se da a sí mismo. Puede ser un diálogo, un enfrentamiento, una alternancia, una continuación, una variación. El Dos es al Uno como el Uno es al Cero: otra cosa, una “otredad”, con todo lo que eso conlleva. Geométricamente, el Tres es el primer número que se puede representar de forma mínimamente concreta. De hecho, para los griegos de la antigüedad, el Uno y el Dos no eran exactamente cifras, sino los padres de los demás números: los auténticos números empezaban con el Tres (8). 

El concepto cristiano de Dios “uno y trino” (Figura 1), o la idea cabalística del triángulo superno (10), beben de esta misma fuente. La trinidad introduce un cierto equilibrio en la dialéctica dualista del Dos; una silla con dos patas no se sostiene, pero un taburete de tres, sí. 

Figura 1: Initial B: The Trinity, tempera y oro sobre pergamino, autoría de Taddeo Crivelli, de un manuscrito de 1460–70. Dios Padre sostiene al Cristo crucificado, con el Espíritu Santo entre ambos.(11)

Esa mínima concreción, propia del Tres, es el punto de apoyo sobre el que se podrá desarrollar el resto de las formas creadas. Del Tres surgen “diez mil cosas”. Ese número, el 10.000, se ha traducido como “todas” o “innumerables”, pero el hecho de que sea un 1 seguido de cuatro ceros no es casualidad: remite al siguiente estadio, que tiene que ver con el Cuatro, con la delimitación en tres dimensiones.

El estudio de los números da muchas claves para la lectura de cualquier texto, incluidos los clásicos taoístas. Hay algo intrínsecamente cierto en la naturaleza del Uno, del Dos, del Tres… y de sus formas asociadas, como se representa en la Figura 2. Es cierto que también hay un factor cultural: el siete se considera un número de la suerte en occidente, mientras que en oriente el ocho es más auspicioso. Eso no debería impedir el análisis minucioso de los números que, más allá de las peculiaridades de cada cultura, poseen una naturaleza inmanente que aporta información interesante (12). 



Figura 2: Geometría del Uno al Tres. De la ausencia de dimensión a la tercera dimensión.

Cuando el Daodejing 42 menciona inicialmente el “dos”, no cita la dualidad Yin - Yang; pero inmediatamente la incluye al hablar de las criaturas ya creadas, que llevan el Yin detrás y el Yang delante. Esto podría parecer paradójico, ya que el vientre suele considerarse Yin, y la espalda Yang. En este caso, el Yin es el pasado, el apoyo, lo oscuro, en el sentido de que no se ve, y está detrás. El Yang es lo que vendrá, aquello que puede ser abrazado y visto, siendo brillante, y se sitúa al frente. 

En medio de estos dos polos, se encuentra un tercer elemento que los comunica: el aliento, el nexo que, al relacionarlos, da origen a la armonía. Comentaristas como Ho-Shang Kung remarcan la turbidez del Yin frente a la claridad del Yang, y cómo la humanidad representa la interacción entre ambos (6). El Cielo, la Tierra y lo Humano son un ejemplo de trinidad armónica. 

El Tao no es solamente el origen del origen, sino una potencia que sigue vigente, en todo momento, en las diez mil cosas, en el universo creado. Sin impulsar, está detrás de todo. Sin esfuerzo, todo lo consigue. Por eso “al que sigue el Tao / el Tao lo acoge con júbilo” (Daodejing 59). (1)

El Cero aporta, a través de su calma, a través de su no-ser, la potencia que el ser necesita, y ayuda a saber cuál es el momento de parar: “Para mantenerse en la plenitud, ¡cuánto mejor detenerse a tiempo! / Si continúas afilando y usando la espada, no durará mucho tiempo su filo. /(…) Ésta es la Ley del Cielo: / ¡Retírate una vez realizada tu labor!” (Daodejing 9). (7)

Son habituales en el Daodejing las referencias al recién nacido, al bebé que todavía no se ha desarrollado, pero cuyas potencialidades están intactas. No se trata de buscar la ignorancia y la inocencia por sí mismas: el énfasis está en la simplicidad de la existencia, en ya no necesitar buscar nada, sino en, simplemente, encontrarlo. 

Del Daodejing, 10:

“¿puedes hacer que tu aliento sea tan suave como el de un bebé?  (…)

¿puedes iluminar al mundo sin conocimiento? 

¿puedes dar a luz y nutrir? 

pero dar a luz sin poseer 

criar sin controlar 

ésa es la Oscura Virtud.” (6) 

Innegablemente, se llega a este estado después de haber pasado por otros muchos. Si Lao Zi escribió el Daodejing siendo octogenario, es porque quiso explicar la simplicidad primordial en las últimas etapas de su vida, y no antes. No se trata de un elogio de la primavera ni de los inicios per se; si se encumbra al recién nacido, es gracias a que la rueda está a punto de dar la vuelta completa. El lugar de donde salió el bebé es el mismo al cual retorna el viejo.

En la alquimia interna taoísta, esta comprensión distinta del tiempo cronológico es una constante, junto con la noción de inversión. Revertir el proceso natural desde dentro, tras haberlo abrazado y comprendido, es una de las claves del neidan presente en el Daodejing.


4 Cabe decir asimismo que, según Isabelle Robinet en Taoist Meditation (5) (p.24 y siguientes) traducir “jing” (o “ching", según la transliteración que se emplee) como “libro” no es del todo exacto. Un jing es un libro que funciona simultáneamente como un artefacto mágico: es una réplica terrestre de una verdad celeste. El jing actuaba como un contrato: el receptor, en el mundo, era el espejo del emisor, en el cielo. Aquel que poseía un jing gozaba de protección divina, siempre que se hiciese merecedor de la misma. Si, por su mal proceder, perdía el derecho de tener el jing, el contrato Tierra-Cielo quedaba disuelto, así como la protección otorgada. El mismo jing podía desaparecer, o ser destruido por un fuego celestial. Los jing no eran libros corrientes, tenerlos era a la vez un honor y una responsabilidad. Se sabe también que de los jing se solían sacar esquemas que se usaban como talismanes, de modo que actuaban como copias, parciales y portátiles, del libro y del contrato que éste representaba.

5  Por poner algunos ejemplos, el capítulo 13 alude al cuidado del propio cuerpo; Red Pine (6) traduce: “a quienes honran su cuerpo más que al mundo / se les puede confiar el mundo”, mientras que Flakoll Alegría traduce (1): “a quien se ama como ama al mundo / se le puede confiar la tierra” y John C.H. Wu (7) traduce: “solo quien está dispuesto a entregar su cuerpo para salvar al mundo, merece que se le confíe el mundo”. 

El capítulo 50 de Flakoll Alegría está traducido así: “tres de cada diez transitan el camino de la vida / y tres de cada diez, el de la muerte”, mientras que Red Pine traduce: “trece son los seguidores de la vida / trece son los seguidores de la muerte”.

En el capítulo 60, John C.H. Wu (7) traduce: “No solo los espíritus no pueden dañar a la gente, sino que el sabio mismo no daña a su pueblo”, mientras que Red Pine traduce: “no es que los poderes [de los espíritus] no puedan hacer daño / el sabio les impide hacer daño”, y Flakoll Alegría traduce: “No es que los dioses / dejen de castigar a los hombres / es porque el buen gobernante / no los hiere.” (Las traducciones al castellano de Red Pine son de la autora del presente trabajo.) Dada la diversidad en las traducciones, para quienes no lean el chino es recomendable disponer de, al menos, tres versiones del Daodejing: cuando dos de ellas no coinciden, queda la tercera, la del “desempate”.

6 Descrita, por ejemplo, en la Biblia (9),en el Evangelio según San Juan, 14: 23-26.

7 Elizabeth Rochat de la Vallée: The Symbolism of Numbers in Classical China (12) es un ejemplo de este análisis de los números. “El ideograma chino que significa “número” significa también “leyes naturales”. Estas no pueden ser confrontadas; las pequeñas oscilaciones alrededor del número reflejan la flexibilidad del orden respecto de sus manifestaciones individuales.”p.3.



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