25. El Tres: los Tres Tesoros, tríadas occidentales, Cielo-Hombre-Tierra






Los Tres Tesoros, tríadas occidentales


Los Tres Tesoros tienen una relación directa con tríadas mencionadas en la alquimia occidental. Por otra parte, en la sección 27. Comparación de las prácticas: tres etapas, se compararán los Tres Tesoros con las tres fases de la alquimia occidental.


Los Tres Tesoros, que son los ingredientes con los que trabaja el alquimista en el neidan, se corresponden de forma exacta con los tres modos de la consciencia, y con la tríada Cuerpo - Alma - Espíritu, de la alquimia occidental.


El jing, negro, se relaciona con la subconsciencia, con lo que se recibe, lo que se hereda, lo que se ha automatizado en el Cuerpo. 


El jing es la base, de la misma manera en que lo son los procesos automáticos: se puede contar con el hecho de que harán lo que están programados para hacer. El Cuerpo funciona según el tzu jan: por sí mismo, según lo recibido y lo aprendido. La subconsciencia desencadena sus procesos sin consultar con la mente consciente. 


Esto tiene ventajas e inconvenientes. Una gran ventaja es que se pueden realizar operaciones corporales complejas sin prestarles atención. Otra ventaja es que cualquier proceso subconsciente puede ser progresivamente comprendido, y se le pueden introducir variaciones, desde la atención consciente, en contacto con la superconsciencia. La alquimia interna occidental, y el neidan, aspiran a realizar estos cambios, a partir de la comprensión profunda de los procesos y la materia.


El inconveniente es que el Cuerpo, y el jing, tienen una cierta inercia y que, si nadie lo remedia, tienden a la muerte. Con el discurrir del tiempo, el jing, esa batería que está plenamente cargada en el momento de nacer, disminuye y se producen una serie de cambios en las funciones y la forma del Cuerpo. 


Ambas alquimias aspiran a revertir esta inercia. La inversión de los procesos llevará a un resultado diferente, en que el jing se preserva de otro modo, en que lo automático juega a favor de la vida, y no del envejecimiento y la muerte. En este sentido, el nigredo, la fase negra, es nacer a otra realidad.


El qi, blanco, comparte características con la autoconsciencia, con la concentración de la atención, con la voluntad consciente, con el Alma. 


La mente consciente es muy importante en la alquimia interna occidental, por su posición de intermediaria entre la subconsciencia y la superconsciencia. Es vital conservar la máxima pureza en la intención y la atención. El blanco se relaciona con esta pureza, con la progresiva limpieza de la motivación del alquimista en su búsqueda. El Alma es, en este sentido, el puente entre arriba y abajo, e intentará ser un canal lo más despejado posible.


Ocurre que el blanco también es la suma de todos los colores del espectro visible: en el blanco conviven posibilidades diversas. El qi es múltiple, y puede ir en múltiples direcciones. Es vital equilibrarlo y dirigirlo hacia donde se quiera ir. En el neidan, el qi se hace más y más sutil, cada vez más transparente en su intención de transformarse en shen. El qi se utiliza, pero no es un fin en sí mismo.


El shen rojo, por su parte, corresponde al Espíritu, a lo transpersonal y a la superconsciencia.


El shen conecta al individuo con aquello que está más allá de él. Esto incluye el contacto con todo lo sensible, lo perceptible a través de nuestros sentidos físicos, y también con todo cuanto existe. 


El proceso alquímico tiende hacia el shen: en el neidan, hacia el Yinshen y el Yangshen, que viajan más allá del alquimista, y lo conectan con el universo; en la alquimia interna occidental, hacia el Espíritu, que guía al Alma hacia él. Cuando la subconsciencia se hace receptiva y la autoconsciencia se hace transparente, la superconsciencia puede emitir, y ser recibida, en todo el ser.


El neidan incorpora la noción de Tao para señalar el camino al shen. El shen aspira a reintegrarse a la vacuidad. El término Espíritu de la alquimia occidental englobaría ambos conceptos: el shen en tanto que se trata de lo más transpersonal que existe en el individuo, y el Tao como aquello a lo que el shen tiende.



La tríada Cielo - Hombre - Tierra 


La tríada Cielo - Hombre - Tierra está asimismo presente en ambas alquimias. El Hombre (lo humano) es considerado el nexo entre Cielo y Tierra en la filosofía y la alquimia taoístas. Existe “arriba” (el Cielo), existe “abajo” (la Tierra) y existe un tercer elemento que es capaz de comprender tanto al Cielo como a la Tierra, porque se encuentra entre ambos. Esa modalidad es lo humano: el nexo, el puente. 


Se ha hecho referencia en el presente trabajo a cómo los ciclos cósmicos se deben tener en cuenta en la alquimia occidental. Los estudiantes de alquimia atienden a estos factores, porque saben que les influyen. Ahora bien, el comportamiento humano también se considera un factor de influencia: al estar en medio, mediando entre Cielo y Tierra, cualquier distorsión del humano afecta negativamente al conjunto, y al humano mismo. Igualmente, un avance de consciencia del humano repercute en el buen funcionamiento del sistema en su globalidad, con repercusiones positivas para los humanos.


Según Mary Anne Atwood (38):


 “Y el Hombre fue el debido laboratorio de todo el Arte; no solamente el más perfecto aparato químico ideado por la Naturaleza para la destilación de su Espíritu, sino poseedor además de la entera virtud fermentativa, motivación, principio de mejora vital y todo requisito completo dentro de sí mismo, para la rectificación y avance de su Ley prescrita [la de la Naturaleza]; [poseedor de] una mente y destreza manual, tal como se narra, capaz de ser causa creadora de todas las cosas, aunque velado en esta vida por la atracción externa, y las energías obstructivas, de los sentidos.” 54


En este texto, Atwood explica cómo los seres humanos son un compendio de leyes naturales, así como de la posibilidad de rectificarlas y avanzar con ellas. Las potencialidades están todas en su lugar, disponibles, pero depende de cada cual enfocarse en la dirección justa, usarlas correctamente, y no dejarse encandilar por la sucesión de sensaciones externas. Queda claro el énfasis en la meditación y en la exploración de los mundos internos, que no es exclusiva de la filosofía oriental.


El neidan, en su mismo nombre, hace referencia al interior, a cómo se pueden efectuar cambios en lo externo trabajando a través de meditaciones y visualizaciones. De este modo se une el jing con el shen a través del qi, en una aparente inmovilidad. Los sentidos se acallan para centrar la consciencia en el interior. El Yin se transmuta a través del Yang: el “perfecto aparato” que es el individuo humano “rectifica y avanza la Ley prescrita”: nace lo nuevo, el círculo también fue siempre un helicoide, solo hay que caer en la cuenta de ese hecho y seguirlo.


54 Mary Anne Atwood: A Suggestive Inquiry into the Hermetic Mystery, reeditado por Amazon Italia, 2016 (1850). (38)





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